jueves, 16 de septiembre de 2010

Igualdad entre hombres y mujeres

La equidad de género representa el respeto a nuestros derechos como seres humanos y la tolerancia de nuestras diferencias como mujeres y hombres, representa la igualdad de oportunidades en todos los sectores importantes y en cualquier ámbito, sea este social, cultural o político. Es en este último donde es necesario que la mujer haga valer su lugar, sus capacidades y sus conocimientos, su voto, su voz. En el terreno económico, es también de vital importancia lograr la equidad de género, ya que si a la mujer se le restringe el acceso al campo productivo, al campo laboral o al campo comercial, se genera pobreza. En el caso de mujeres estudiantes y trabajadoras, las madres solteras que son el pilar de la familia, ¿Qué pasa si no tienen una fuente generadora de ingresos? Se restringe la educación, el esparcimiento, la recreación, la salud y sobretodo la alimentación





Lograr la equidad de géneros es un reto para todas las sociedades y sus gobiernos, tan es así que dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, un Proyecto de desarrollo  de las Naciones Unidas (órgano asesor independiente que elaboró un plan de acción concreto para que el mundo revertiera la pobreza absoluta, el hambre y la enfermedad que afectan a miles de millones de personas), se encuentra el objetivo de promover la Equidad de Género y la Autonomía de la Mujer.
Para lograr estos objetivos es necesario que problemas como la pobreza, la falta de accesos a la educación, servicios de salud y la falta de oportunidades de empleo y trabajo productivo dejen de recaer principalmente en las mujeres. Es también ineludible que se formulen y estructuren los medios pertinentes para desarrollar las mismas capacidades, oportunidades y seguridad reduciendo su vulnerabilidad a la violencia y al conflicto, esto con el fin de que tanto los hombres como las mujeres tengan la libertad y la capacidad de  elegir y decidir de manera estratégica y positiva sobre sus condiciones de vida.
Algunas de las propuestas concretas que creo deben considerarse al formular las políticas públicas en fomento al desarrollo social son:
·         Impulsar el desarrollo de las capacidades de la mujer
·         Facilitar el acceso de la mujer a oportunidades económicas, políticas, sociales y culturales.
·         Garantizar su seguridad.
Es preciso entonces formular políticas sociales donde se garantice  un nivel de vida saludable, decoroso, académico y seguro para las mujeres, con libre acceso a los diferentes programas y actividades sociales.
Es imperioso sobre todo iniciar por la mentalidad de todos los individuos, y comenzar a ver a la mujer como un ser complementario, con ansia de empoderamiento, con ansia de transformación y de cambio en las estructuras de dominación en todos los ámbitos, donde se promueva la participación equitativa de hombres y mujeres en todos los procesos, comenzando desde un conciencia, la construcción de autoconfianza, ampliación de opciones y oportunidades y el creciente acceso y control de los recursos



La desigualdad más difundida en el campo de la educación es la que existe entre las mujeres y los hombres. En 1990, en el mundo, la tasa de escolarización en la enseñanza primaria en la edad de 6 a 11 años era el 74,6% de las niñas y el 88,3% de los niños. En los países desarrollados estas tasas respectivamente era 91,8% y 92,2%; en los países en desarrollo, 71,3% y 81,5%; en África, 52,4% y 61,5%. El desequilibrio está todavía más acentuado en el nivel secundario, donde las tasas para todo el mundo eran 48,3% de las niñas y 57,3 de los niños.

Esta discriminación impone un pesada carta a las mujeres adultas. En 47 países, en 1992, las mujeres de más de 25 años habían tenido una media de menos de dos años de escolaridad. Este bajo nivel educativo sólo se encontraba para los hombres en 21 países. En 42 países, la escolaridad de las mujeres era la mitad menos que la de los hombres. Todos los países aludidos se encuentran en África o en Asia del Sur. Las mujeres representaban más del 60% de los mil millones de analfabetos del mundo en 1990 y, en los países en desarrollo, no sabían leer ni escribir un 44,5% de las mujeres adultas, es decir dos veces más que los hombres.

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